Anuncio Vacío: La Historia de DarkOrbit

Tema en 'Anuncios oficiales' iniciado por Thrym, 30 Noviembre 2016.

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  1. Thrym

    Thrym User

    Vacío

    Una imagen fracturada del sol. Viene y va.

    Sobre mi visor se alargan unos dedos congelados. La brecha en la cabina, por donde se escapa el aire restante, brilla como el cristal.

    El sol vuelve entrar en el campo de visión, mientras mi nave gira lánguidamente por el vacío. Y lo único que puedo hacer es observar... Observar y morir.

    Los últimos vestigios de la humanidad se unen como las brasas brillantes de una hoguera que se apaga. Casi no les queda luz.

    La flota Sibelon sigue avanzando. Eclipsan lo que queda de la defensa de la humanidad desde todos los ángulos. Prosiguen inexorablemente hacia su objetivo: la Tierra. Los moteados colores del mundo pronto pasarán a la historia.

    La impotencia me invade. La enorme magnitud de lo que hemos hecho me atenaza. Hemos despertado al dragón y lo hemos invitado a nuestra casa. Le hemos permitido escupir fuego, incinerar a los nuestros y arrasar nuestro hogar. No entiendo ni comprendo lo que ha pasado.
    ¿De verdad llega el fin? No puedo morir aquí, como un observador lamentable, mientras la humanidad perece. ¡Sin hacer nada!

    Aporreo frenéticamente el panel de control, lo que me confirma que la inteligencia artificial ha muerto. Puede que saliese volando con la onda expansiva del misil Sibelon o con el ametrallamiento del crucero pesado. Poco importa. Ya no está.

    Mis ojos recorren el resto de paneles. Las luces parpadeantes me indican que los motores están operativos, pero los sistemas de navegación han sido destrozados. Otro monitor indica que los láseres siguen funcionando, aunque al nivel mínimo; mientras que una tercera pantalla indica... ¡Indica que me estoy muriendo!

    Aparto la vista de la lectura del soporte vital y me concentro en las dos primeras. Repaso mis recuerdos desesperadamente, tratando de acordarme de lo que he aprendido. Los ejercicios que me gritaba el sargento de vuelo Bradbury. Me decía que algún día podrían salvarme la vida. Tenía razón.

    Pulso la apertura del cierre de mi arnés y me libero del asiento. La sensación de ingravidez me dificulta el movimiento en el reducido espacio de la cabina cuando intento meter la mano bajo el asiento. Debería de haber un kit de emergencia ahí, pero, tras tres días de guerra, prácticamente nos hemos quedado sin suministros. Por suerte, sobreviví a las dos primeras oleadas.

    Aprieto los puños. No debería pensar eso. Sobreviví gracias a mi habilidad inherente.

    El recuerdo de mi profesora, la señorita Imari, con su preciosa sonrisa, me viene a la cabeza.

    "Daniel, eres un chico brillante. Puedes ser todo lo que quieras".

    "¡Quiero vivir!".

    Noto el kit a través de los gruesos guantes de mi traje espacial. Una sonrisa irónica se dibuja en mis labios cuando tiro de la correa para soltarlo. Suelto la caja. La señorita Imari habría sonreído.

    Abro los broches, inspecciono las herramientas que tengo ante mí y cojo la que necesito. Aplico la herramienta a los tornillos del panel izquierdo. El giróscopo del dispositivo funciona correctamente. La vibración que noto a través del guante es una señal tranquilizadora.

    El tono de la luz de la cabina cambia, y cuando miro hacia la derecha, descubro que la luz del soporte vital se ha vuelto de un color anaranjado opaco. Alejo las preocupaciones de mi mente. Tengo que centrarme en la acción, no en la desesperación. Ha llegado el momento de volver a la lucha.

    "¡Quiero vivir!".

    Me acuerdo de mis padres. De su jardín, con el viejo columpio que sigue colgando del árbol de sicómoro. De su cálido abrazo cada vez que volvía a casa de la escuela de pilotos. Estaban orgullosos de en qué me había convertido, de que fuese una de las personas que iban a defender la Tierra de los forajidos, de los piratas... y de los alienígenas.

    Malditos sean los Kristallones y su tecnología. Si no hubiésemos abierto la puerta, si no hubiésemos llegado a los confines del espacio para unirnos a su Panteón Galáctico, no estaríamos aquí en estos momentos. Yo no estaría aquí, luchando desesperadamente por evitar la muerte y poder luchar por la supervivencia de la humanidad.

    Por fin logro soltar el panel. El humo atrapado debajo escapa hacia el vacío y flota lánguidamente mientras examino los daños existentes. Son importantes, y siento que vuelve a invadirme el pánico, pero vuelvo a acordarme de las palabras del sargento de vuelo Bradbury.

    "Respire, Durand. ¡Concéntrese y respire! Siempre hay una solución".

    Las palabras refuerzan mi resolución, y vuelvo a mirar, fijándome en cables y circuitos que sí reconozco. Recuerdo cómo derivar algunos y sustituir otros. Uso mi ingenio para solucionar los últimos problemas, mientras echo mano de un instrumento delicado del kit para hacer un puente en el circuito.

    Lo sueldo, y el panel de control central revive y revela un único mensaje.

    Navegación en línea.

    La señorita Imari se alegraría, mis padres se sentirían orgullosos... ¿Y el sargento de vuelo Bradbury? Bueno, me lo imagino emitiendo un gruñido de satisfacción mientras mordisquea un palillo y murmura algo sobre que él lo habría resuelto mucho más rápido.

    "¡Quiero vivir!".

    Sustituir el panel no sirve de nada. Además, así podré acceder fácilmente si tengo que reparar más cosas, y los instrumentos de la izquierda solo me indicarían la poca potencia de fuego que me queda. Y no necesito ese tipo de pensamientos negativos ahora mismo. Es momento de ser positivo, de salir ahí y volver a la lucha.

    Pulso el botón y siento la vibración de los motores que vuelven a funcionar. El satisfactorio temblor de la energía recorre la nave mientras vuelvo a ponerme el arnés. Actualizo las coordenadas de navegación, verifico la ruta de vuelo y me preparo para el ataque. Levanto la vista hacia la izquierda para ver la imagen congelada de mi novia Karen. Retiro los cristales de hielo para ver el brillo de sus ojos. Me toco el visor con los dedos y le mando un beso.

    Mi objetivo actual es la Tierra, un puntito azul en un firmamento lleno de oscuridad. Motas de luz bailan entre las naves que la rodean. Las defensas orbitales de la Tierra están en línea, una franja de resistencia desesperada para contener a la escoria Sibelon. Sin pensarlo, enciendo los motores y transporto mi maltratada nave a la contienda.

    De repente, el cielo se llena de luces, a medida que los láseres y las explosiones destellan en cada superficie y en cada fragmento de restos. Adentro mi caza en la batalla, lanzándome bajo un crucero pesado Sibelon y esquivando sus lentos y pesados cañones. Salgo disparado desde su sombra para pillar desprevenidos a dos cazas Sibelones.

    Caen rápidamente ante el fuego de mis armas, aunque intentan esquivar desesperadamente, retorciéndose como una serpiente atrapada. Mi iniciativa inesperada compensa mi potencia de fuego debilitada. Mueren por cada uno de los nuestros al que han matado, por su intolerancia y por aquellos a los que amenazan. Mueren por Karen, por mis padres, por la señorita Imari. ¡Incluso por Bradbury! Ignoraron nuestras súplicas de paz y perdón. Merecen perecer.

    Tengo a otro detrás, así que giro la nave drásticamente, aplicando más fuerza g que la que podría aguantar la nave o el piloto. Pierdo la consciencia por un segundo, sobrepasado por la presión, antes de luchar por recuperarla. Sigo a los enemigos en pantalla, intentando seguir mi estela, y contrarresto sus movimientos, golpe a golpe.

    El sistema de comunicaciones vuelve a la vida. Me he acostumbrado tanto al silencio que el ruido repentino de la orden que están dando me pilla por sorpresa.

    "¡A todas las naves del sector 4-B! ¡A todas las naves del sector 4-B! El bombardero Sibelon ha eludido las baterías orbitales. Tenéis las coordenadas. ¡Detened su avance!".

    Pocos responden. Demasiado pocos. El curso del bombardero se traza en mi pantalla. Soy uno de los únicos dos que tienen la oportunidad de interceptarlo.

    "¡Quiero vivir!".

    Acciono los propulsores y siento el impulso cuando mi nave se lanza hacia el nuevo objetivo.

    Un brote de fuego, señal de que el otro humano que lo perseguía ha atravesado el velo. Solo quedo yo.

    Mi caza baila entre el fuego enemigo, esquivando como puede los restos mientras el bombardero Sibelon empieza a inundar mi campo visual. Se abren las compuertas de descarga, la nave se dispone a liberar la carga. Mi nave sigue demasiado lejos.

    Saco hasta la última pizca de energía de los motores, intentando ponerme al alcance, pero soy demasiado lento. El vacío brilla con un color verde cuando la bomba cae y se precipita por la atmósfera hacia Hawái. Dejo de respirar durante un instante.

    Bradbury, la señorita Imari, mis padres... ¡Karen!

    "¡Quiero que vivan!".

    El impacto es inmenso. Una onda circular se extiende por el Pacífico, evaporando el mar y pulverizando todo lo que encuentra a su paso. Enormes nubes de vapor marcan la destrucción hasta donde alcanza la vista.

    Brotan lágrimas de mis ojos, lágrimas que no puedo secar. ¿Son de sufrimiento o de rabia, de dolor o de ira? Ya no importa. Solo me queda la venganza.

    Las compuertas de descarga del bombardero siguen abiertas, y yo ya he presenciado el poder destructivo de la nave que tengo delante. La Tierra está al borde de la destrucción y, mientras sopeso mis opciones, me doy cuenta de que tengo una... Solo una.

    Mis dedos se mueven para accionar el impulso sublumínico. Recuerdo que me dijeron que jamás hiciese esto en situaciones de combate cercano. Recuerdo jugar con mi perro junto al columpio, recuerdo el brillo de los ojos de Karen, y después pulso el botón. El resto es historia.

    "¡Es hora de morir!".

    *************************************************************
    Muchos valerosos guerreros perecieron en la Guerra de los Tres Días. Les debemos la vida a todos.

    Sin embargo, las Fuerzas Unidas de la Tierra quieren conceder la Medalla a la Osada Gallardía al piloto de segunda clase Daniel Durand. Su sacrificio no solo salvó la Tierra, sino a toda la humanidad de una extinción absoluta.

    Dentro de poco organizaremos un servicio conmemorativo por todos los pilotos.

    ¡La Tierra resiste!
    Comando de las FUT

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