Inmanencia -historia corta-

Tema en 'Archivo de temas restantes' iniciado por Schwedisch, 3 Enero 2015.

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  1. Schwedisch

    Schwedisch User

    Nunca fue como creí. O por lo menos como me imaginaba.

    Con la propaganda de la facción siempre se respiraba emoción y entusiasmo en el aire, el ver las flotas interestelares despegando e irse hasta que solo son visibles como un punto en el horizonte más allá de la vista. Era toda una maravilla.
    Donde se volteaba, se veía una bandera ondeante o un emblema con el escudo de nuestra facción.
    Francamente ya no veía la hora por enlistarme en la armada, pero debido a mi corta edad -para el ejército- debí esperarme cuatro años más que pasaron como una década.

    Hay pocas cosas más importantes que la armada, la familia apenas llega a ser una de ellas. Mi padre fue piloto condecorado con la cruz de hierro y unas quince medallas más que colgaban de su traje verde olivo con terminado en puntos en cruz de oro y gemelos de plata. Siempre se jactaba de ello, a veces más de su traje galantemente adornado que del propio mérito de conseguir las medallas.

    Crecí con sus historias -las pocas y contadas veces que lo veía-, verdaderamente grandes historias, tan grandes como su propio amor por la facción, el mismo que lo condujo a la tumba. El mismo me decía que la única gran batalla que nunca podrá ganar el hombre es la muerte, sólo cabe esperar paciente -y valerosamente- la hora final. Pero que más, historias de un viejo.

    Cuando finalmente me enlisté en la armada todo era perfecto. Es lo más común que un joven entrado la mayoría de edad entrase al ejército. Grandes instalaciones pagadas con un gran presupuesto por parte de la facción, muchos reclutas, pocos altos mandos; la gran mayoría han perecido en combate llevándose toda su gloria con ellos, los pocos que quedan son leyendas nómadas que pocas veces regresan a su facción. Se dedican a realizar misiones altruistas bajo pago, mercenarios. Y de éstos, contados son los que permanecen en la facción dedicándose en la docencia de nuevos reclutas, entre ellos el general William Dorrick, veterano en combate, que vestía el mismo traje verde olivo que mi padre, pero sin tantas medallas galardonadas, sin puntos en cruz de oro ni gemelos de plata, y sin tantas arrugas en su rostro.

    -Hoy es un buen día para combatir, cadetes. -siempre lo decía con esa mirada tranquilizadora pero a la vez seria y formal de siempre-
    Cada día es un buen día para combatir, que orgullo pertenecer a la facción, nada más solemne que sentirse uno mismo con la nación. ¡Qué orgullo es ser un cadete!
    Miren a su alrededor, este va a ser su hogar por los próximos años, hermosas instalaciones -lo mismo habría dicho yo- con los grandes avances tecnológicos que nuestros científicos en ingeniería aeroespacial, físicos interestelares-matemáticos y demás, se empeñan para procurarnos lo mejor, a nosotros y a la facción.

    Se paró enfrente de mí y me miró fijamente, con sus ojos profundos de color café pardo, de pelo ralo y cobrizo, y esa postura erguida digna de un general

    - ¿En qué piensas cadete? -debió notar más mi ausencia que mi pintada presencia-
    - En nada, general -pensaba en cómo era plausible el despegar de un interestelar con un sistema interconectado de tierras raras-

    -¿Cómo te llamas?
    -No me dejó terminar la palabra cuando interrumpió al mismo abrir de mis labios-
    -No me digas, lo veo en tus ojos, los ojos de tu padre. Benz Schöffmann. Un gran hombre mientras vivió, lamento tu perdida.
    -No hay nada que lamentar general, mi dolor se fue con él mientras hacían los honores en el campo Saint. Truman
    -¿Y tú hermano?
    -Muerto
    - Vaya desgracia acomete a tu familia, cadete Schöffmann
    -No es ninguna desgracia perecer en combate, mi general
    -Lo mismo digo cadete, lo mismo digo.

    Rompió la formación y se retiró con ese caminar marcado y muy derecho para no verlo más, si acaso una que otra vez ocasional.

    El tiempo pasó junto con los años, mi formación fue tanto física como mental, me prepararon para servir a mi nación, a mi facción. Salí con la frente en alto y el orgullo en el pecho.

    El día del recibimiento estaba ahí, el general William Dorrick. El mismo me entregó el diploma de graduación -mismo que tenía un valor como un diplomado en ingeniería en cualquier universidad prestigiosa- me sonrío con una mirada de complicidad más que de felicidad. Tras cinco años en el ejército, salí como un hombre. Y ahí empezó todo.

    Fue demasiado rápido. Pero para la nación un día es suficiente al concluir el ejército para salir al combate. Para mí también aunque no me lo quería creer.

    El mismo hangar, la misma cama, el mismo olor, color, formas. Pero hay algo diferente, hoy voy al combate.

    Son las 5:00 a.m. cómo todos estos años, y repito una vez más: despertarse, quitar cordones, limpiar las botas, pulir las botas, amarrar cordones, ponerse las botas, acomodar la cama, irse a arreglar, lavarse la cara, cuello, pecho y torso en un ritual casi perfecto para que a las 5:15 a.m. esté listo e inmóvil junto a mi cama, pecho afuera y mentón arriba.

    Con los pasos se acerca -en su visita ocasional- el general William Dorrick.

    -Hoy es el gran día.


    Continuará...

    Si a ustedes les parece, comenten.

    Saludos pilotos.
     
  2. La historia es bastante buena, pero puede ser mejor si la llegas a continuar. El final ha sido como cortar una película justo cuando se pone interesante xD.
     
  3. DiosLugh

    DiosLugh User

    Hola Schwedisch:

    Buena historia ... coincido con el piloto Ťђuиđєя ... parece que se cortó de golpe ... sigue !!!

    Un saludo.
     
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